La pregunta “¿qué es un cuerpo?” no puede responderse de manera unívoca pero, aun así, es preciso volver a formularla. Si no lo hacemos, dejamos que se la reemplace por prejuicios, significaciones estereotipadas, patologizaciones, clasificaciones y opiniones que amarran el cuerpo a un saber que se pretende absoluto. Como si el cuerpo pudiese saberse a sí mismo. Freud encuentra, produce, inventa un cuerpo que no se deja reducir a ningún saber predeterminado. Es un cuerpo que resiste a los modos predominantes de ser concebido, encasillado, es decir, aplanado en su potencia. El cuerpo se precipita en un fuera de lugar y su potencia se convierte en una resistencia política a los discursos que pretenden silenciarlo.